domingo, 28 de agosto de 2011

NUEVA ZELANDA, ISLA NORTE. Capítulo 3, la isla de Waiheke.

Nos vino al pelo conocer a Roberto, el bellboy in carge (o algo así se decía) de nuestro hotel en Auckland, además de un chico colombiano majísimo que nos ayudó con nuestra estancia en Auckland desde el minito uno que pisamos el hotel y nos dio consejos muy buenos, como éste que os vamos a proponer.

Se trata de una excursión para un día (6 o 7 horas) a la vecina isla de Waiheke, que por su nombre parece más una isla paradisíaca en pleno Pacífico –al menos eso es lo que nos pareció a nosotros- pero que resulta ser una isla muy apreciada por los “nor-nuevazelandeses”, de suelo muy rico, llena de viñedos y demás cultivos, por lo tanto, productora de vino (algo era ello…). Claro, haceros una día, nosotros, riojanos de pura cepa, nos proponen una excursión para probar vinos, ¡con lo que nos gustan!, además del buen renombre que están alcanzando los vinos nuevazelandeses, ¡pues qué íbamos a decir, que para adelante!


Son varias las empresas que organizan estas excursiones, pero nosotros la hicimos con Fullers, como imaginaréis, guiándonos por la recomendación de Roberto (según él, la más completa). La excursión incluye los billetes de ferry (a la hora señalada, como decía aquel) para llegar hasta la isla, desde el Terminal de ferrys de Devonport, y os diremos que casi por este viajecito ya merece la pena la excursión, porque las vistas de la bahía de Auckland son preciosas.

Y, nada, una vez allí, un chofer de un microbús (el nuestro fue Otto, un tío alemán majísimo que se perdió por NZ, si os toca dadle recuerdos de los “spanish people”) recoge a la gente que se ha apuntado a la excursión y ¡a beber vino!. La bodegas que normalmente se visitan son Stonyridge Vineyard (aquí también os darán un pequeño “lunch”, vamos, un bocata y alguna cosica más para comer), Wild on Waiheke (con “cata” de vino y de cerveza –por cierto, malísima-) y Mudbrick Vineyard, que recordemos. Personalmente, el vino que más nos gustó fue el de la primera bodega, de Stonyridge Vineyard, que por otro lado resultó ser la única bodega que encorchaba con tapones de corcho: y muchos diréis, vamos, a lo que estamos acostumbrados de toda la vida en España, pero a ellos les resultaba muy curioso y excepcional: igual por eso y por alguna cosita más era la que mejor vino producía, digo…

No os vamos a decir cómo acabó la excursión, pero es cierto que el viaje en ferry de vuelta marea más que el de ida… En resumidas cuentas, una excursión bonita para un día y una excusa perfecta para beber vino nuevazelandés.




¡Hasta el próximo capítulo!

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