Como os contábamos en nuestro primer post de Munich, ahora os vamos a llevar a dar un paseo por la ciudad. Pero, pensándolo mejor, igual hacemos un alto en el camino, ya que nos hemos cansado mucho, y empezamos por el final del paseo… ¡porque tenemos muchas ganas de entrar a la Hofbräuhaus!
Para aquel que aún no conozca o no haya oído hablar nunca de este lugar, la Hofbräuhaus es… cómo decirlo… un sitio de culto, una catedral erigida en honor a la cerveza, con sus techos abovedados decorados con pinturas, sus diversas y enormes salas y su gran patio, sus enormes mesas corridas que acabas compartiendo con todo hijo de vecino, incluido algún japonesito que no hace más que sacar fotos… en fin, un paso obligatorio en tu estancia en esta ciudad.
Esta cervecera tiene su historia. Aquí, entre sus paredes, en concreto, en uno de los salones del segundo piso, Hitler comenzó su andadura, aquí dio su primer discurso de la nacionalsocialista, poniendo las bases del partido nazi, el 24 de febrero de 1920. Pero hay que decir que, en honor a la verdad y a esta mítica cervecera, nada tiene que ver con esta oscura época alemana, ya que su historia y su recorrido se inicia mucho más atrás, en 1589: en este mítico lugar se fabrica y se consume CERVEZA, ni más ni menos. Obviamente, la cerveza que se sirve es la suya propia, la que en la Hofbräuhaus se elabora de acuerdo con la Ley de la Pureza de nuestro buen amigo Guillermo IV de Babiera, por lo tanto no encontraréis una carta de cervezas al uso, solamente una carta de tamaños (medio y un litro – ya que estamos, ¡lo más recomendable!) y variedades (dankelbier-cerveza negra, weissbier-cerveza tostada, etc), todo ello preferiblemente acompañado de un buen bretzel (estos panecillos con forma de corazón enroscado y sal, estupendos). Eso sí, para el que considere que tanto alcohol tiene que verse acompañado de una buena comilona alemana también podrá optar por ello, sin ir más lejos nos podremos comer un buen codillo, podremos escoger dentro de un soberano repertorio de salchichas bávaras, algo de carne de caza baja en calorías, etc, todo muy recomendable y exquisito.
Además, es muy probable que durante vuestra visita a la Hofbräuhaus se os amenice la velada con la típica orquesta de músicos bávaros vestidos con su típico atuendo, sin ningún desperdicio, y, a la par, también podréis ver la famosa imagen de la típica camarera alemana con sus tropecientasmil jarras de litro por cada mano: todo muy típico, muy bávaro, muy impresionante.
Para visitar la Hofbräuhaus cualquier hora del día es buena, al mediodía (nos sorprendió ver a primera hora de la mañana a algún alemán bebiendo cerveza), a la hora de la comida, después de comer, por la tarde después de patearse la ciudad o a la hora de la cena.
Para terminar, a la hora de salir, hay una tienda con los productos típicos de la tienda. Te venden jarras, vasos, posavasos, camisetas…, si vuestro vuelo de vuelta a casa no es con Ryanair (recordad, un bulto por persona, ejem) animaros y compraros una jarra de la Hofbräuhaus (nosotros decidimos ser “legales” desoyendo algún “sabio consejo” de algún amigo que más animaba a realizar algún tipo de hurto sobre las jarras en la que bebimos, en fin, ya se sabe, el alcohol…). Luego en casa, con el paso del tiempo, lo agradeceréis!
¡Qué!, ¿os habéis quedado con sed? No os preocupéis, que en Munich no será por cervecerías. Os seguimos contando pero hasta entonces… Guten drinken!